Entrelazando Disciplinas: El Futuro de la Educación en Debate #opinión

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¿Podemos permitirnos una educación que segrega disciplinas en lugar de integrarlas? ¿Es sensato cerrar las puertas a las humanidades en favor de un enfoque exclusivamente técnico? ¿Acaso no necesitamos, más que nunca, un pensamiento complejo e interdisciplinario para enfrentar los desafíos del siglo XXI? La reciente controversia entre Rosa Devés y Sebastián Edwards nos obliga a replantearnos el verdadero propósito de la educación superior en tiempos de crisis global.

En las últimas semanas, la controversia entre Rosa Devés, rectora de la Universidad de Chile, y el economista Sebastián Edwards ha puesto de relieve un debate crucial para el futuro de la educación superior y la integración interdisciplinaria. Edwards propone aislar las carreras de ingeniería y cerrar las Becas Chile en humanidades durante una década para favorecer exclusivamente a estudiantes de ingeniería aplicada. En contraposición, Devés sostiene que esta medida no solo está desactualizada respecto a los desafíos contemporáneos, sino que también mataría la esencia interdisciplinaria de la universidad.

Desde mi posición como trabajador social que coordina intervenciones en un museo, integrando elementos de la teoría actor-red, los estudios sociales de laboratorio, el concepto de objeto fronterizo y las materialidades de cuidado, quiero ofrecer una perspectiva que resalte la importancia de la interdisciplina en la resolución de problemas complejos y en la creación de un Buen Vivir.

Entre 1793 y 1795, Friedrich Schiller escribió sus Cartas sobre la educación estética de la humanidad, un texto que, a pesar de su antigüedad, es increíblemente relevante hoy. Schiller afirmaba que la felicidad y la libertad solo pueden alcanzarse a través de la belleza y la capacidad espiritual del ser humano, liberándonos de la tiranía de la utilidad inmediata. Esta visión es un recordatorio de que las humanidades no son un lujo superfluo, sino una necesidad esencial para desarrollar un pensamiento complejo y crítico, capaz de enfrentar los retos multifacéticos de nuestro tiempo.

La ingeniería, en su esencia, se ha dedicado a resolver problemas prácticos desde tiempos inmemoriales. Las invenciones de la polea, la palanca y la rueda son ejemplos clásicos de cómo se aplican principios mecánicos para crear herramientas útiles. Sin embargo, el ingenio no se limita a lo técnico. La raíz latina «ingenium», que implica una cualidad innata de poder mental e invención inteligente, refleja que el verdadero avance surge de la intersección de diversas disciplinas y perspectivas.

El filósofo Martin Heidegger, en su Pregunta por la Técnica, nos advierte sobre la ambigüedad esencial de la tecnología y su capacidad tanto para revelar como para ocultar la verdad. En este contexto, la separación de disciplinas no solo pone en peligro nuestra comprensión integral de la verdad, sino que también amenaza nuestra capacidad de innovar y cuidar de manera efectiva. Heidegger nos insta a ver la técnica como una constelación que integra ocultamiento y desocultamiento, recordándonos la necesidad de una perspectiva holística y multidimensional.

La teoría actor-red de Bruno Latour también aporta una visión valiosa al respecto. Latour sugiere que la ciencia y las humanidades no deben verse como dominios separados, sino como redes interconectadas donde los actores (humanos y no humanos) co-constituyen el conocimiento y la realidad. Su reflexión, cuando responde a una estudiante en COGITAMUS Seis cartas sobre las humanidades científicas, a partir de la película Avatar subraya la importancia de no recurrir a atajos que simplifican las complejidades del mundo, sino de abrazar la casuística y la interconexión de todas las disciplinas.

En mi trabajo en el museo, veo a diario cómo el arte y la ciencia pueden converger para crear experiencias transformadoras y significativas. La arteterapia, como herramienta de intervención desde el Trabajo Social, utiliza narrativas acalladas para promover el bienestar y la salud mental, a nivel individual y colectivo. En un museo, este enfoque interdisciplinario permite a los visitantes no solo apreciar la belleza estética, sino también participar en procesos de cuidado y comprensión profunda.

Si adoptáramos la hipótesis de aislamiento disciplinar que propone Edwards, nos privaríamos de la rica interacción que posibilita el verdadero progreso y la innovación. No podríamos, como Schiller sugiere, liberar nuestro potencial humano a través de la belleza y la creatividad. En cambio, nos enfrentaríamos a un futuro fragmentado, donde las soluciones serían parciales y limitadas.

En resumen, la propuesta de Devés de mantener y fomentar la interdisciplina en la Universidad de Chile no solo está alineada con los desafíos actuales, sino que también es esencial para construir un futuro sostenible y equitativo. Las humanidades y las ingenierías, lejos de ser ámbitos separados, deben integrarse para afrontar los complejos problemas de nuestra sociedad. Es a través de esta integración que podremos alcanzar el Buen Vivir, un objetivo que todos deberíamos perseguir con determinación y visión.

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